5.11.09

el hombre que silvaba

El hombre que silvaba apareció por la calle principal, con las manos en los bolsillos y una mirada paseante.

Ah, para de una maldita vez; sabes que odio que silves. ¿Por qué? me aburro, a mí me gusta silvar, me divierte y me hace sentir bien. Pues me da igual cómo te haga sentir, me sacas de quicio siempre con el mismo sonsonete. Pues tú me desquicias a mí con la misma rutina; mi rutina tu rutina y te aguantas.

El hombre que silvaba pasó ante un escaparate, y su cara dubitativa se reflejó unos instantes.

Eh, ahora no te calles, ¿te has quedado mudo? No. Pues responde cuando te hable. Lo haré cuando tengas algo interesante que decirme. ¿Perdona? Cállate. ¿En qué piensas ahora mismo? Que te calles, he dicho; estaba dándole vueltas a lo de la rutina. ¿Y? Tienes razón. Por supuesto que la tengo. ¿Qué es lo que no entiendes de la orden cállate? bien, pues estaba pensando en que tenemos que romper la rutina, como sea; así no tendré que escucharte silbar y no nos aburriremos más. Genial, ¿y qué tienes? Hombres. ¿Qué?

El hombre que silvaba dobló la esquina. Observó ante sí las tiendas, los coches, los cafés, los callejones de trastienda.

¡La solución, idiota! ¿Qué solución?, vamos, dime. Siempre han sido mujeres, ¿recuerdas?, desde el principio, siempre mujeres; no ha habido ningún hombre; piénsalo, puede ser interesante; y luego podemos utilizar el callejón ese de ahí. ¿Cuál?, no lo veo. El de al lado del café, ¿qué te parece? Me parece que no tenemos hombre, al menos yo no veo a nadie, ¿tú? Yo sí, fíjate en la terraza del café, ese hombre que está leyendo. ¿Ese?¡es feísimo!, y viejo; ¿para qué lo quieres? Calla de una vez; fíjate bien en sus manos, tan delicadas delicadas, tan firmes; son manos de pianista; ¿no dijiste que te gustaban las manos de pianista? Sí, tienes razón. Y mira que ojos tan interesantes. Sin duda un precioso color esmeralda, ¿qué me dices? Que debe rondar los sesenta. ¿Y qué más da? ¿Crees que será como con las chicas? No tengo ni idea; por eso vamos a probar, ¿no? Tal vez sea distinto... Sí... creo que me gusta la idea. Pues claro que te gusta. Si me gusta a mí también tiene que gustarte a tí; somos la misma persona, ¿recuerdas?

El hombre que silvaba cruzó la calle y cuando estuvo ante el pianista sacó la pistola y disparó. Con precisión y puntería, un tiro limpio. Y desapareció por el callejón.


Imagen por: Flickr

4 comentarios:

Diane Ross dijo...

O.O

¿Y ahora que comento yo?
Me gusta la historia ^^

Saludos de colores =)

El delineante de cumulonimbos enterrados dijo...

He tardado en venir a buscar fantasmas en el pasillo de tu casa, y ahora es demasiado tarde para gritarle al hombre que silbaba un "no disparen al pianista".

Saludos subterráneos.

Trish dijo...

que.... confuso...

de tanto silvar y silvar se le habran quedado los labios secos

Kiwi dijo...

Es emparanoiante, eh??
xD

Nadie sabe que comentar! jajaja

Da igual, yo tampoco sabría.
Saludos a todos!