17.11.11

Cosas que a veces pasan cuando esperas el bus

La bajaron del coche de mala manera, le tiraron un par de billetes a la cara y la dejaron ahí, como quien se deshace de un perro al que nadie quiere. Falda casi inexistente, medias de rejilla rotas, una camiseta manchada tan apretada que lo mismo una ni necesitaba sujetador. Todo el maquillaje corrido. Las botas en una mano y el tanga y una fina chaquetilla en la otra. Aparentaba cincuenta, pero seguro que tenía treinta.

No era guapa para nada, con su larga y torcida nariz aquilina, posiblemente se la partieron alguna vez. Una boca muy grande para unos dientes tan pequeños y amarillos. Unas orejas grandes, con un gran lóbulo desgajado por el peso de pendientes baratos y pesados. Unas cejas demasiado depiladas y unos ojos de expresión triste. Pero con el verde más intenso que he visto jamás, y que solo me atrevo a comprar con el verde intenso y vivo de la hierva recién parida en primavera. Y un largo, largo pelo rizado, con esos rizos limpios y brillantes que solo ves en los anuncios. Pensé, pues anda, mira, esos pelos si que existen de verdad. Se sentó a mi lado, en el banco de la parada del autobús, se encendió un pitillo y suspiró, mezclando el humo con el frío vaho de las siete menos veinte de la mañana. Yo no me perdía detalle, porque este tipo de personas son, para mí, realmente fascinantes, son el tipo de personas que no cuentan historias, sino que conforman la misma historia.

Me miró sonriendo a medias, con un poco desafío y curiosidad. La seguí observando, sin vergüenza alguna. Hay personas con las que puedes comportarte así, y realmente no pasa nada, porque a ellos les importas un cojón de pato tu y el puto mundo que gira alrededor de un ombligo desconocido; y ella era una de esas personas. A si que le devolví la sonrisa y me ofreció una calada que acabé aceptando, a pesar de estar retirada del vicio. Que era puta, yo lo sabía. Era algo que además saltaba a la vista. Y que ella sabía que yo lo sabía, también.

A dónde vas, le pregunté. Me dijo que a ningún sitio en concreto. Me preguntó lo mismo y le contesté que tampoco sabía muy bien hacia dónde iva. Se rió, y a pesar de ser una mujer fea, reirse de verdad la hizo parecer mas linda. Hoy en día ya nadie sabe ya a dónde va, chavala, estamos tos mas perdíos que un borrico en un garaje. Le di la razón, porque era la pura verdad. Hacía un fresquito de cojones a las siete menos veinte de la mañana, a si que la mujer se puso la chaquetilla con la piel de gallina, entre calada y calada. Tenía moratones en los brazos que se ivan oscureciendo según pasaba el tiempo. Y como te metiste a eso, tía, le pregunté. Soy una descarada descarada, y me he llevado mas de una ostia por lo mismo. Cómo me metí en dónde, me dijo. A ser prostituta. Y entonces ella me miró, y yo pensé que me iva a cruzar la cara, pero solo se quedó mitad de movimiento con el cigarrillo suspendido en el aire, observándome como yo la había observado a ella. Eres la primera persona que me llama prostituta, comentó bajito. Y se hechó a reir a carcajada limpia, llevándome un susto de la leche cuando el pitillo se le calló en las botas. Ya lo que me faltaba es que saliera ardiendo la parada de bus. Y como querías que te llamara, le dije, mirando dentro de la bota izquierda, ¿Acaso puta, zorra, guarra o cosas así? Aún me queda un poco de respeto, sabes, mi madre se encargó de eso, y aunque sea una descarada redomada hay cosas que o se dicen bien, o mejor te metes la lengua en el culo.

Ella recuperó el cigarro de la bota derecha y se quedó mirando el tráfico matutino. Hambre, necesidad, y al final, rutina, me contestó. Pero luego conoces a un tipo. Y te casas. Y todo parece que va bien; pero na va bien, va to de puto culo. Porque tonces no hay trabajo, y hay deudas que pagar, y tipos chungos buscan cosas que son suyas y que tu no tienes. Y hombres gilipollas con complejo de hijos de puta que no hacen na y se dejan rajar como malditos cerdos; e hijos de puta sin moral que una pare pa que tambien formen parte de la mierda del mundo. Tonces entra en juego una buena dosis de desesperación. Porque siempre hay desesperación acá y allá, la mu cabrona no se pué dar unas vacaciones o algo y dejarnos en paz. Y una vuelve a lo que ya sabe y conoce, porque es mejor lo bueno conocio que lo malo por conocer. Y se espatarra de nuevo pa poder comer y seguir viviendo, y se mete en cada coche sin saber si volverá a casa enterita o si cobrará o si seguirá sana porque los de arriba han decidió que hay que joder a los de abajo un rato mas y hundirlos mas en la mierda pa que nunca levanten cabeza. Y una que es honrada y se gana el pan como buenamente puede se folla al cura pa ver si cae algo de la bondá de Dios, y se trajina al picoleto de turno pa ver si ya la dejan en paz por las noches, y se va de farra con algun tipo de traje que dice que trabaja pa el ayuntamiento, que tira tu a saber si es verdá lo que dice o no y a ver si suena la flauta y toca algo en gracia. Y acaba una fumándose un pito despatarrá en una pará de bus, descojonándose con la peña de hoy que husmea en asuntos ajenos como quien comenta que mañana pues lo mismo llueve. Pues, chavala, una cosa te digo: fóllate a un majarajá de esos moros que cagan oro y que te retire. Fóllate a cualquiera que tenga una cartera gorda, aunque no gorda la picha, que eso da igual, que lo que importa es que te mantengan. Porque niña, escuchame bien, sin dinero no vas a ningun lao. A ninguno. Te mueres de asco. Hazle caso a las putas, que nosotras sabemos bien de que va el asunto. Sin escrúpulos, chavala, sin vergüenza como me has preguntao ahora. Y se feliz y quiérete a ti misma, porque como tu te quieras, coño, nadie te va a querer nunca. Y se mala, porque en este mundo a los buenos les petan el culo. Sólo eso.

Tiró la colilla al suelo, se calzó las botas y se despidió con la mano, así, sin mas, riéndose un poco. Yo que solo había preguntado por curiosidad para llenar los diez minutos de espera hasta que viniera el autobús, y acababa de recibir una lección de vida de una persona que realmente sabía de lo que estaba hablando. Las palabras, los términos y las frases no son exactas, son todo lo que he podido rescatar del encuentro hace dos semanas, mientras esperaba el bus para el instituto. Porque he vuelto a estudiar. Pero, visto lo visto, mas me valdría andar aprendiéndome el kamasutra.

Y, bueno, supongo que volveré a escribir algo.
Quizá no.
Todo depende de mi fértil masa gris. O de las jodidas musas.