-Mierda.
-¿Mmm?
-¿Tú no comes nunca, nena?
-¿Qué?
-Tienes la nevera vacía.
-Pues hice la compra el martes. Imposible que esté vacía. Busca.
-Ya... Esa cosa verde que me acaba de guiñar un ojo al final de la balda, entre el embutido y el taper de macarrones... Creo que no es comestible, ¿sabes?
-Mmmm... pues yo que se. Mira en la despensa...
-Deja de mirar la tele como una tonta y hazme caso. Ya he mirado. Está vacía.
-¿El qué?
-La despensa. Y tu maldita nevera amarilla. Están vacías las dos.
-¿Vacías de qué? No me apuntes con ese dedo acusador, eh.
-Vacías de dulces. Se supone que los viernes eran tus días de comprar golosinas.
-Los viernes siguen siendo los días de comprar dulces. Nadie ha cambiado la fecha en esta casa, que yo sepa. Y vivo sola.
-Pues ya me dirás tú por qué no hay nada decente de comer en tu casa, mona.
-Ah, es verdad. El día no ha cambiado, pero sí el horario de salir a comprar. Gracias por recordármelo.
-Te odio cuando sonríes de esa forma tan... Te odio. ¿Y cuándo se supone que es esa hora?
-Me estás poniendo mala, ¡vuelve al sofá! Deja de rebuscar en mis armarios y cállate, que va a empezar la peli y tú por ahí danzando. Si tienes gusa hay palomitas en el armario de arriba, a la izquierda. Encima del micro.
-No quiero tus palomitas de antes de la guerra.
-No. Ni se te ocurra poner esa cara. Joder. Mira que das por saco, ¿eh, baby? No pienso salir a comprar ninguna cosa dulce hasta que te las pires de mi casa. Se supone que eres mi amigo, ¿por qué te empeñas en arrasar con mis existencias cada viernes y dejarme con la gana durante el resto de la semana?
-Precisamente porque soy tu mejor amigo mi deber es dejarte la despensa vacía y la nevera temblando. Vengaaa... Si te das prisa, llegas antes de que empiece la peli. Ya sabes, en veinte minutos de anuncios te da tiempo incluso a morirte.
-No se ni por qué te hago caso...
-Porque soy irresistiblemente persuasivo. Mira mi enooorme sonrisa encantadora llena de dientes.
-Deja de parpadear así, pareces algo raro. Supongo que ya sabes que me sacas de quicio, ¿no?
-Ese también es uno de mis deberes de amigo. Pero ponte una chaqueta que fuera hace frío.
-Si hay un sol de la leche...
-Y un aire que arrasa. Viento polar o no se que historias.
-Te odio.
-Mira qué bien. Ya nos odiamos los dos por igual. La bota... chica, ¿no la ves? Detrás de... lo que algún día fue un ser que hacía la fotosíntesis...
-Me vas a hacer salir con este frío, y todo.
-Aaaaa... Se siente. Tu casa. Tus víveres. Te toca salir a reponerlos y a mí me toca arrasar con ellos. Ley de vida. Haber comprado esta mañana, que hacía mas calorcito.
-Vergüenza debería darte.
-Pero no me da. Corre. Y ya que sales, no te olvides las llaves que después no te abro, que cojo el sitio en el sofá y no me muevo. Pilla lo de siempre, ¿vale? Ah, y pasa por a tienda de los guiris.
-¿Para? No tengo nada que comprar allí.
-Sí, cuatro cartones de aftereigth a tu nombre. No te preocupes, que ya los he pagado. Eh... no me mires con esos ojos tan grandes que me das susto. Es que hoy me dieron la miseria de los extras del mes pasado, ya sabes que me quedé haciendo un par de turnos dobles, y... qué importa. Ya pueden durarte como un mes entero, que ya te vale, a ocho pavos y medio el cartón... Mira que te gustan las cosas caras. No digas ni mu. Que te calles. ¡Cállate! Ahórrate las gracias. Son tus chocolates preferidos, ¿no? Pues ale, ya estás tardando en pirarte. Aquí te espero. No tardeees...
gracias a Rox tengo internet. No, no me he comprado un router ni nada por el estilo, qué va. Le he pinchado la red al vecino. Sí, al vecino zumbado, que es el único al que puedo extorsionar en el caso de que se de cuenta. Y, bueno, no ha sido gracias a Rox, si no a Oliver, un compañero inglés al que le encanta en parkour y que ha tenido que subir por el patio hasta la casa del vecino y pasar por la ventana, porque resulta que la cerradura era más compleja de lo que Rox (rosana -> roxanne -> Rox xD) había supuesto y... un largo etc que ahora no contaré. Ya si eso en otra ocasión. La cosa es que tengo internet de nuevo, no en el ordenador viejo mío de siempre, porque ese tiene noseque jodido y no se puede conectar (a internet) sino en el menos viejo, que es de mi madre. De modo que haciendo enganches, y empalmando una cosa con otra y tal y cual, pues de nuevo espero estar rondando por aquí. Veremos como va la cosa.
pd: el router antiguo nuestro murió con mi ordenador xD lo malo es que se le olvidó resucitar con él.
nos vemos!
26.2.10
que tal un poco de dulce?
y durmiendo tras los cuadros encuentras...
pensamientos fantasma,
pompas de jabón
15.2.10
Esto es jodidamente jodido.
Me refiero a tener un blog de estas características, que debe ser actualizado de forma periódica para mantenerse fresco. Porque no puedo. Lo he intentado, eh, pero es que tiene que haber alguna energía haciendo de tapón, porque todo lo que quiero hacer, últimamente, no me sale. Tengo un rato libre y estoy aquí, pero seguro que en el último instante ¡BUM! se va la electricidad, o el internet, o se me funde la pantalla, o me revientan los sesos. Quien sabe.
Y, las cosas como son, la blogosfera engancha. No como la coca, pero te deja pillado. Desde que murió mi antiguo ordenador y resucitó, el pobre, lobotomizado (nótese que se trata de un ordenador de al menos tercera mano, de hace 10 años -nada de exageraciones- un Windows 98 de casi los primeros, si no me equivoco... fue necesaria la intervención) nada ha vuelto a ser igual. Un poco deprimente. Pero nada, hay que buscarse la vida para conseguir la dosis. ¿Algún ciber? Já. El único que había por aquí mas o menos decente lo destrozaron unos cabroncetes adolescentes, capitaneados por sus granos gigantes como volcanes. Hackearon la red o le metieron un virus, o que se yo (no tengo ni idea de cómo lo hicieron, o qué hicieron exactamente) Y todo porque el hombre encargado de la sala, un señor mayor, con un precioso pelo blanco, blanco y de metro cincuentayalgo no les dejó, es más, se le ocurrió prohibirles que vieran o descargaran porno/violencia. Muy majos, los niños. Y qué hombre tan encantadoramente ingenuo.
La opción B se la cargaron el gato esquizoide y el perro satánico. Tengo un vecino con muchas plantas en su casa, porque debe ser que le gusta enormemente la naturaleza. Y ahora pensareis, el truco de "yo te riego las plantas cuando no estés". Bingo. No soy la única vecina en el edificio, ni, evidentemente, la que le cae mejor (al parecer le sentó un poco mal que yo insinuara que era feo. y patizambo. y que era un hijo de la gran mujer de vida alegre. aunque eso es otro tema =) Pero seguramente sí soy la única que regaría sus enormes plantas de maría sin decir ni mu. Solo eran cinco, pero me cago en la leche, menudos bichos. No las medí, pero rozaban el techo, e intenté abarcar una con los brazos. No pude. Y no soy pequeña. Bueno, si solo hay que regar cinco enormes plantas mutantes de marihuana para poder conectarse a la red en casa del vecino... No es un precio muy alto. De hecho, no es ninguna clase de precio. Ordenador de pantalla plana, teclado inalámbrico, nosecuantos megas de alta velocidad de navegación o tira tú a saber qué mas. Una pasada. Solo esperaba que no me hiciera regar las plantas con plutonio. No lo hizo. Fue un alivio. Peeero... todo tiene su inconveniente. Cómo no. Partiendo de la base de que mi vecino está zumbado (se fue a pasar el finde con unos colegas a un campo que tenía uno de ellos. adivina adivinanza, qué ivan a hacer? pasarse el día peleando con palos y espaditas de madera, simulando guerrecitas de elfos y demás. exceso de wow) se le ocurrió comprarse un gato. Qué majo, pensareis. Una mierda. Un gato siamés. Yo no es que tenga nada en contra de los gatos siameses, pero es que ellos sí son unos grandes hijos de puta, con esa mirada insidiosa, afilada, con esos torcimientos de cabeza y los ojos como rendijas, imaginándote torturado bajo sus preciosas patitas elegantes que esconden verdaderos cuchillos de caza... Encima, era bizco. Y yo tengo la firme certeza de que escuchaba voces en su cabeza que le hacían maullar como si estuviese borracho. Me bufaba, me escupía, intentó arañarme como si estuviese esquizofrénico perdido. Solución: colonia. Cruel, lo lamento, pero efectivo. Se fue lamiéndose a "diesel" de la punta de la nariz. Consigo conectarme, pasa como un cuarto de hora, y aparece la segunda adquisición de mi vecino zumbado: el chihuahua. No es broma. Juro por lo que más queráis que no es broma. Una especie de ratilla marón, de ojos separados y mirada maléfica. A éste le tocaba estar poseso. Satánicamente poseído. Le brillaban los ojos, como si quisiera rajarme, con odio. Sé que estas razas de perros pequeños tienen complejo de superioridad, y pueden enfrentarse a un mastín de los pirineos creyéndose que ellos son un dogo, pero es que aquello fue demasiado. Como si fuera la versión irrisoriamente ridícula de un doberman maltrecho se me lanza a los tobillos. No llegaba más lejos, evidentemente. Pero me hizo sangre (un rasguño. me dio miedo.)
Me harté, cogí al chucho del pellejo, al gato del cogote, y los encerré en un cuarto. La sala de estar. Maldita la hora en la que pensé que podía aprovecharme del vecino. Volvió a les veintitrés minutos de irse, que lo miré en la pantalla, para recoger su equipo, que, según él, se le había olvidado (no se fiaba de mí, es evidente. a su favor he de decir que hizo bien.) Preguntó por sus guardianes satánicos. Le enseré el arañazo del tobillo, la casi mordedura del gato. Lo primer que hizo fue ir a ver las plantas. El joputa del gatito se había meado en la maceta más grande mientras peleaba con el chuchillo, y olía fatal... entre las plantas y el orín... Abrimos la sala de estar. Bueno, la abrió él. Yo me estaba despidiendo en el msn. El perro gruñó, el gato... ¿chilló? el tío se puso como un energúmeno. Que si la tapicería de cuero del sofá. Que si el perro había mordido nosequé, que si gato nosecuantos. Cómo es posible que dos criaturas tan pequeñas, aunque taradas, hicieran semejante destrozo. Es un misterio. Había algo demoníaco por ahí. Me las piré, evidentemente, con el mayor sigilo del mundo. Aún tengo la llave, espero que no haya cambiado la cerradura.
Pregunta: ¿Por qué no fuiste a casa de tus amigos? Seguro que ellos tienen el dichoso internete. Hubiera sido mucho más fácil.
Respuesta: Claro que la mayoría de ellos tiene internet. Pero resulta que no soy bien recibida en sus casas, porque al parecer soy una mala influencia. Yo, inocente chica de dieciocho años, que hace lo que le place, cuando le place, y como le place. Que dice lo que quiere sin tapujos y siempre va al grano. Yo, que pienso lo que quiero y pocas veces me dejo llevar por la borregada nacional. A mí me han erigido como el ejemplo del mal ejemplo xD Al parecer, yo les apunto con una pistola cuando vamos de fiesta, para que se beban como diez o doce litros de alcohol. Les amenazo con navajas para que se fumen trompetas. Y juro traer de los infiernos al primer diablo en pelotas que vea para que se lo follen. Porque sus hijos son santos y no hacen nada. Pues, mira, lo mismo en otra vida fui superamiga íntima del gato esquizoide. O del perro psicótico. Tira tú a saber.
Ahora, que ya termino, imaginaos, por un momento, toda esta historia, que no es un relato, sino un fragmento de mi vida, incrustado en una peli muda en blanco y negro con música de organillo. Cómicamente escalofriante. Jamás hubiera imaginado que, fuera de las pelis, a alguien le pudiera pasar eso. Esta es mi odisea con internet.
Moraleja: Hazte muy, muy amiga de tu profesora de lengua. Ahora mismo estoy escribiendo desde su portatil en el instituto. Es un alivio encontrar gente decente en el mundo, con una conexión decente a internet. Nada de mascotas demoníacas, ni padres que comen flores, ni niñatos bandálicos de hormonas revolucionadas. La sala de profesores es de lo más tranquila... Creo que van a decir que no si les pido que me dejen venir todos los días. Mejor no. Si estiras mucho, el hilo se rompe. Mejor lo dejamos en un café de vez en cuando. Y visitas de estrangis al vecino evitando a esos bichos posesos. En silencio. Es un secreto xD
Os dejo con este testamento, a ver si os reis un poco... yo casi lloro. Todo esto es sobrenatural. Acabo de probar que éste tipo de incongruencias pueden pasar. Andaos con ojo... y jamás os acerquéis a un gato siamés.
Hasta la próxima.
Que no tengo ni idea de cuándo va a ser.
Kiwi
Me refiero a tener un blog de estas características, que debe ser actualizado de forma periódica para mantenerse fresco. Porque no puedo. Lo he intentado, eh, pero es que tiene que haber alguna energía haciendo de tapón, porque todo lo que quiero hacer, últimamente, no me sale. Tengo un rato libre y estoy aquí, pero seguro que en el último instante ¡BUM! se va la electricidad, o el internet, o se me funde la pantalla, o me revientan los sesos. Quien sabe.
Y, las cosas como son, la blogosfera engancha. No como la coca, pero te deja pillado. Desde que murió mi antiguo ordenador y resucitó, el pobre, lobotomizado (nótese que se trata de un ordenador de al menos tercera mano, de hace 10 años -nada de exageraciones- un Windows 98 de casi los primeros, si no me equivoco... fue necesaria la intervención) nada ha vuelto a ser igual. Un poco deprimente. Pero nada, hay que buscarse la vida para conseguir la dosis. ¿Algún ciber? Já. El único que había por aquí mas o menos decente lo destrozaron unos cabroncetes adolescentes, capitaneados por sus granos gigantes como volcanes. Hackearon la red o le metieron un virus, o que se yo (no tengo ni idea de cómo lo hicieron, o qué hicieron exactamente) Y todo porque el hombre encargado de la sala, un señor mayor, con un precioso pelo blanco, blanco y de metro cincuentayalgo no les dejó, es más, se le ocurrió prohibirles que vieran o descargaran porno/violencia. Muy majos, los niños. Y qué hombre tan encantadoramente ingenuo.
La opción B se la cargaron el gato esquizoide y el perro satánico. Tengo un vecino con muchas plantas en su casa, porque debe ser que le gusta enormemente la naturaleza. Y ahora pensareis, el truco de "yo te riego las plantas cuando no estés". Bingo. No soy la única vecina en el edificio, ni, evidentemente, la que le cae mejor (al parecer le sentó un poco mal que yo insinuara que era feo. y patizambo. y que era un hijo de la gran mujer de vida alegre. aunque eso es otro tema =) Pero seguramente sí soy la única que regaría sus enormes plantas de maría sin decir ni mu. Solo eran cinco, pero me cago en la leche, menudos bichos. No las medí, pero rozaban el techo, e intenté abarcar una con los brazos. No pude. Y no soy pequeña. Bueno, si solo hay que regar cinco enormes plantas mutantes de marihuana para poder conectarse a la red en casa del vecino... No es un precio muy alto. De hecho, no es ninguna clase de precio. Ordenador de pantalla plana, teclado inalámbrico, nosecuantos megas de alta velocidad de navegación o tira tú a saber qué mas. Una pasada. Solo esperaba que no me hiciera regar las plantas con plutonio. No lo hizo. Fue un alivio. Peeero... todo tiene su inconveniente. Cómo no. Partiendo de la base de que mi vecino está zumbado (se fue a pasar el finde con unos colegas a un campo que tenía uno de ellos. adivina adivinanza, qué ivan a hacer? pasarse el día peleando con palos y espaditas de madera, simulando guerrecitas de elfos y demás. exceso de wow) se le ocurrió comprarse un gato. Qué majo, pensareis. Una mierda. Un gato siamés. Yo no es que tenga nada en contra de los gatos siameses, pero es que ellos sí son unos grandes hijos de puta, con esa mirada insidiosa, afilada, con esos torcimientos de cabeza y los ojos como rendijas, imaginándote torturado bajo sus preciosas patitas elegantes que esconden verdaderos cuchillos de caza... Encima, era bizco. Y yo tengo la firme certeza de que escuchaba voces en su cabeza que le hacían maullar como si estuviese borracho. Me bufaba, me escupía, intentó arañarme como si estuviese esquizofrénico perdido. Solución: colonia. Cruel, lo lamento, pero efectivo. Se fue lamiéndose a "diesel" de la punta de la nariz. Consigo conectarme, pasa como un cuarto de hora, y aparece la segunda adquisición de mi vecino zumbado: el chihuahua. No es broma. Juro por lo que más queráis que no es broma. Una especie de ratilla marón, de ojos separados y mirada maléfica. A éste le tocaba estar poseso. Satánicamente poseído. Le brillaban los ojos, como si quisiera rajarme, con odio. Sé que estas razas de perros pequeños tienen complejo de superioridad, y pueden enfrentarse a un mastín de los pirineos creyéndose que ellos son un dogo, pero es que aquello fue demasiado. Como si fuera la versión irrisoriamente ridícula de un doberman maltrecho se me lanza a los tobillos. No llegaba más lejos, evidentemente. Pero me hizo sangre (un rasguño. me dio miedo.)
Me harté, cogí al chucho del pellejo, al gato del cogote, y los encerré en un cuarto. La sala de estar. Maldita la hora en la que pensé que podía aprovecharme del vecino. Volvió a les veintitrés minutos de irse, que lo miré en la pantalla, para recoger su equipo, que, según él, se le había olvidado (no se fiaba de mí, es evidente. a su favor he de decir que hizo bien.) Preguntó por sus guardianes satánicos. Le enseré el arañazo del tobillo, la casi mordedura del gato. Lo primer que hizo fue ir a ver las plantas. El joputa del gatito se había meado en la maceta más grande mientras peleaba con el chuchillo, y olía fatal... entre las plantas y el orín... Abrimos la sala de estar. Bueno, la abrió él. Yo me estaba despidiendo en el msn. El perro gruñó, el gato... ¿chilló? el tío se puso como un energúmeno. Que si la tapicería de cuero del sofá. Que si el perro había mordido nosequé, que si gato nosecuantos. Cómo es posible que dos criaturas tan pequeñas, aunque taradas, hicieran semejante destrozo. Es un misterio. Había algo demoníaco por ahí. Me las piré, evidentemente, con el mayor sigilo del mundo. Aún tengo la llave, espero que no haya cambiado la cerradura.
Pregunta: ¿Por qué no fuiste a casa de tus amigos? Seguro que ellos tienen el dichoso internete. Hubiera sido mucho más fácil.
Respuesta: Claro que la mayoría de ellos tiene internet. Pero resulta que no soy bien recibida en sus casas, porque al parecer soy una mala influencia. Yo, inocente chica de dieciocho años, que hace lo que le place, cuando le place, y como le place. Que dice lo que quiere sin tapujos y siempre va al grano. Yo, que pienso lo que quiero y pocas veces me dejo llevar por la borregada nacional. A mí me han erigido como el ejemplo del mal ejemplo xD Al parecer, yo les apunto con una pistola cuando vamos de fiesta, para que se beban como diez o doce litros de alcohol. Les amenazo con navajas para que se fumen trompetas. Y juro traer de los infiernos al primer diablo en pelotas que vea para que se lo follen. Porque sus hijos son santos y no hacen nada. Pues, mira, lo mismo en otra vida fui superamiga íntima del gato esquizoide. O del perro psicótico. Tira tú a saber.
Ahora, que ya termino, imaginaos, por un momento, toda esta historia, que no es un relato, sino un fragmento de mi vida, incrustado en una peli muda en blanco y negro con música de organillo. Cómicamente escalofriante. Jamás hubiera imaginado que, fuera de las pelis, a alguien le pudiera pasar eso. Esta es mi odisea con internet.
Moraleja: Hazte muy, muy amiga de tu profesora de lengua. Ahora mismo estoy escribiendo desde su portatil en el instituto. Es un alivio encontrar gente decente en el mundo, con una conexión decente a internet. Nada de mascotas demoníacas, ni padres que comen flores, ni niñatos bandálicos de hormonas revolucionadas. La sala de profesores es de lo más tranquila... Creo que van a decir que no si les pido que me dejen venir todos los días. Mejor no. Si estiras mucho, el hilo se rompe. Mejor lo dejamos en un café de vez en cuando. Y visitas de estrangis al vecino evitando a esos bichos posesos. En silencio. Es un secreto xD
Os dejo con este testamento, a ver si os reis un poco... yo casi lloro. Todo esto es sobrenatural. Acabo de probar que éste tipo de incongruencias pueden pasar. Andaos con ojo... y jamás os acerquéis a un gato siamés.
Hasta la próxima.
Que no tengo ni idea de cuándo va a ser.
Kiwi
y durmiendo tras los cuadros encuentras...
pensamientos fantasma
7.2.10
la magia
Hay mucha gente que necesita una respuesta con carácter definitivo para todas las cosas de la vida, e incluso para todo lo que viene después de ella. Son ellos los que estudian y comprueban, y porque encuentran una respuesta a algunas preguntas sencillas, dan por hecho que hay respuestas para todas. ¿Cómo era el mundo antes de que hubiera gente?¿Había sólo tinieblas antes del sol y de las estrellas?¿Había realmente algo?¿Qué éramos todos nosotros antes de nacer? Y lo más importante de todo: ¿qué seremos después de que hayamos muerto? Sin la menor compasión, espero que esos buscadores no encuentren nunca las respuestas.
Alguien que se decía profeta recorrió Diez Ciudades negando la posibilidad de otra vida tras la muerte, proclamando que los que habían sido resucitados por los sacerdotes en realidad nunca habían muerto, y que sus pretendidas experiencias de ultratumba eran un elaborado engaño a que los sometía su propio corazón, una treta para facilitar el tránsito hacia la nada. Porque eso era todo lo que había, dijo, un vacío, la nada.
Nunca en mi vida había oído a nadie pedir tan desesperadamente que alguien le demostrara que estaba equivocado.
Porque, ¿qué nos queda si desaparece el misterio?¿Qué esperanzas podríamos tener si conociéramos todas las respuestas?¿Qué hay en nosotros, pues, que necesita tan desesperadamente negar la magia y desentrañar el misterio? Supongo que será el miedo basado en el gran número de incertidumbres de la vida y en la mayor de todas ellas, que es la muerte. Yo digo, dejemos a un lado todos esos miedos y vivamos libres, porque si damos un paso atrás y contemplamos la verdad del mundo nos daremos cuenta de que todo lo que tiene que ver con nosotros es mágico, inexplicable mediante números y fórmulas. ¿Qué es, sino magia, la pasión que despierta la conmovedora arenga del comandante antes de una batalla desesperada?¿Qué es, sino magia, la tranquilidad que puede llegar a sentir un niño en los brazos de su madre?¿Qué es el amor, sino magia?
No, no me gustaría vivir en un mundo sin magia, porque sería un mundo sin misterio, y, por lo tanto, sin fe en nada.
Dritzz Do’Urden
R. A. Salvatore
Alguien que se decía profeta recorrió Diez Ciudades negando la posibilidad de otra vida tras la muerte, proclamando que los que habían sido resucitados por los sacerdotes en realidad nunca habían muerto, y que sus pretendidas experiencias de ultratumba eran un elaborado engaño a que los sometía su propio corazón, una treta para facilitar el tránsito hacia la nada. Porque eso era todo lo que había, dijo, un vacío, la nada.
Nunca en mi vida había oído a nadie pedir tan desesperadamente que alguien le demostrara que estaba equivocado.
Porque, ¿qué nos queda si desaparece el misterio?¿Qué esperanzas podríamos tener si conociéramos todas las respuestas?¿Qué hay en nosotros, pues, que necesita tan desesperadamente negar la magia y desentrañar el misterio? Supongo que será el miedo basado en el gran número de incertidumbres de la vida y en la mayor de todas ellas, que es la muerte. Yo digo, dejemos a un lado todos esos miedos y vivamos libres, porque si damos un paso atrás y contemplamos la verdad del mundo nos daremos cuenta de que todo lo que tiene que ver con nosotros es mágico, inexplicable mediante números y fórmulas. ¿Qué es, sino magia, la pasión que despierta la conmovedora arenga del comandante antes de una batalla desesperada?¿Qué es, sino magia, la tranquilidad que puede llegar a sentir un niño en los brazos de su madre?¿Qué es el amor, sino magia?
No, no me gustaría vivir en un mundo sin magia, porque sería un mundo sin misterio, y, por lo tanto, sin fe en nada.
Dritzz Do’Urden
R. A. Salvatore
Streams of Silver, The Forgoten Realms
Y creo que Dritzz tiene toda la razón.
¿Qué sería de nuestras ilusiones, de nuestros sueños, sin esa pizquita de magia que parece envolverlo todo?
y durmiendo tras los cuadros encuentras...
fragmentos,
pompas de jabón
4.2.10
la mulata
La fotógrafa tenía los ojos muy abiertos, como un búho, a pesar de ser más de las tres de la madrugada. El sueño no quería acudir, espantado por la actividad volcánica de su cerebro.
Estaba preocupada. Preocupada y angustiada por el nuevo e inesperado cariz que estaban tomando las cosas. Porque creía haber suprimido esa parte errónea de su persona bajo toneladas de doloroso autocontrol vigilado, hasta el punto de olvidar, pero no de erradicar. Se revolvió inquieta en la cama, liberándose de los brazos de Jean Pierre, su actual novio. Apoyó el codo en la almohada para tener una mejor perspectiva de él. Jean Pierre, su novio doce años menor, francés, con aspiraciones bohemias y sin una perra en el bolsillo, que se creía artista, belleza de bellezas y poco menos que el ombligo del mundo, que tan solo la quería porque lo mantenía a él y a sus caprichos. Y, para colmo, era pésimo en la cama.
Se levantó sin miramientos, porque el cabrón tenía un sueño profundo del que muy pocas veces se le podía sacar, y completamente desnuda, con el paso de un susurro, se encaminó a la nevera para coger del estante más alto una manzana amarilla y arrugada. Le encantaban las manzanas frías y arrugadas. La lavó en la pila, la secó con el trapo y, echándoselo al hombro, volvió a la habitación para sentarse en la cómoda butaca que había al lado de la estantería. Dio un mordisco, observando pensativa. El cuerpo del joven francés se destacaba entre las sábanas arremolinadas, iluminado por puntitos de luz de farola que se agolpaban y colaban por los agujeritos de la persiana a medio bajar, y era realmente magnífico, perfecto en su equilibrio. Musculoso sin ser robusto, de espalada ancha y cintura estrecha, de constitución atlética. La nariz aguileña le daba un toque aristocrático de noble caprichoso que para más de una mujer hubiera sido irresistible. Descansaba abandonado en la cama, plácido.
La fotógtafa alargó la mano hacia la cámara, en el suelo, donde siempre la dejaba sin saber por qué, entre el butacón confortable y la estantería repleta. Por si surgían momentos como aquellos, manzana en mano y trapo al hombro, de madrugada.
Click.
Suspiró.
Porque precisamente ese dios de pequeño panteón, junto con la visión de la mulata, habían contribuído a despertar en ella lo que era natural, lo que llevaba tanto tiempo agarrotado y escondido como una verguenza y que tantas veces, en bocas y camas de otros, intentó negar.
Después de fotografiar a la chica, en la estación, turbada había vuelto a su casa, a trompicones, su mente un puro torbellino incomprensible y confuso que rescataba constantemente, siempre dominados por la visión de los ojos oscuros, retazos de los sugerentes labios, las largas piernas, el oscuro color de la piel que, aún de lejos, prometía tener el tacto de la seda y el sabor del cacao, amargo y dulce a la vez. Y se había lanzado sobre Jean Pierre, que aún dormía, ansiosa, desesperada por segir negando.
Esta vez no lo consiguió.
El muchacho, aunque bien dotado, solo alcanzaba los dieciocho años de edad. Era demasiado joven e inexperto como para satisfacerla en su totalidad. De modo que siguió hambrienta después de haber agotado al chico, porque mientras Jean Pierre aprendía recorriendo su cuerpo con caricias abrasadoras, ella imaginaba que era la mulata la que la recorría. Cuando los labios firmes jugueteaban en sus pechos con los pezones, imaginaba que se trataba de la mulata. Cuando las manos firmes le abrían las piernas para experimentar con su sexo, imaginaba la boca golosa, las manos finas, la mirada pícara de gato viejo de la mulata, que la exploraba.
Porque, inevitablemente, seguía teniendo hambre de cuerpo de mujer.
El recuerdo la hizo estremecer, poniéndole la carne de gallina. Aún sujetaba el corazón de la manzana, lánguidamente, colgando hacia el suelo. Jugueteaba con la cámara, observando a habitación a través del objetivo. Suspiró de nuevo.
¿Por qué?
Es la gran pregunta incontestable que nunca morirá en el universo.
Daba igual.
Acababa de decidir que tenía que encontrarla.
Estaba preocupada. Preocupada y angustiada por el nuevo e inesperado cariz que estaban tomando las cosas. Porque creía haber suprimido esa parte errónea de su persona bajo toneladas de doloroso autocontrol vigilado, hasta el punto de olvidar, pero no de erradicar. Se revolvió inquieta en la cama, liberándose de los brazos de Jean Pierre, su actual novio. Apoyó el codo en la almohada para tener una mejor perspectiva de él. Jean Pierre, su novio doce años menor, francés, con aspiraciones bohemias y sin una perra en el bolsillo, que se creía artista, belleza de bellezas y poco menos que el ombligo del mundo, que tan solo la quería porque lo mantenía a él y a sus caprichos. Y, para colmo, era pésimo en la cama.
Se levantó sin miramientos, porque el cabrón tenía un sueño profundo del que muy pocas veces se le podía sacar, y completamente desnuda, con el paso de un susurro, se encaminó a la nevera para coger del estante más alto una manzana amarilla y arrugada. Le encantaban las manzanas frías y arrugadas. La lavó en la pila, la secó con el trapo y, echándoselo al hombro, volvió a la habitación para sentarse en la cómoda butaca que había al lado de la estantería. Dio un mordisco, observando pensativa. El cuerpo del joven francés se destacaba entre las sábanas arremolinadas, iluminado por puntitos de luz de farola que se agolpaban y colaban por los agujeritos de la persiana a medio bajar, y era realmente magnífico, perfecto en su equilibrio. Musculoso sin ser robusto, de espalada ancha y cintura estrecha, de constitución atlética. La nariz aguileña le daba un toque aristocrático de noble caprichoso que para más de una mujer hubiera sido irresistible. Descansaba abandonado en la cama, plácido.
La fotógtafa alargó la mano hacia la cámara, en el suelo, donde siempre la dejaba sin saber por qué, entre el butacón confortable y la estantería repleta. Por si surgían momentos como aquellos, manzana en mano y trapo al hombro, de madrugada.
Click.
Suspiró.
Porque precisamente ese dios de pequeño panteón, junto con la visión de la mulata, habían contribuído a despertar en ella lo que era natural, lo que llevaba tanto tiempo agarrotado y escondido como una verguenza y que tantas veces, en bocas y camas de otros, intentó negar.
Después de fotografiar a la chica, en la estación, turbada había vuelto a su casa, a trompicones, su mente un puro torbellino incomprensible y confuso que rescataba constantemente, siempre dominados por la visión de los ojos oscuros, retazos de los sugerentes labios, las largas piernas, el oscuro color de la piel que, aún de lejos, prometía tener el tacto de la seda y el sabor del cacao, amargo y dulce a la vez. Y se había lanzado sobre Jean Pierre, que aún dormía, ansiosa, desesperada por segir negando.
Esta vez no lo consiguió.
El muchacho, aunque bien dotado, solo alcanzaba los dieciocho años de edad. Era demasiado joven e inexperto como para satisfacerla en su totalidad. De modo que siguió hambrienta después de haber agotado al chico, porque mientras Jean Pierre aprendía recorriendo su cuerpo con caricias abrasadoras, ella imaginaba que era la mulata la que la recorría. Cuando los labios firmes jugueteaban en sus pechos con los pezones, imaginaba que se trataba de la mulata. Cuando las manos firmes le abrían las piernas para experimentar con su sexo, imaginaba la boca golosa, las manos finas, la mirada pícara de gato viejo de la mulata, que la exploraba.
Porque, inevitablemente, seguía teniendo hambre de cuerpo de mujer.
El recuerdo la hizo estremecer, poniéndole la carne de gallina. Aún sujetaba el corazón de la manzana, lánguidamente, colgando hacia el suelo. Jugueteaba con la cámara, observando a habitación a través del objetivo. Suspiró de nuevo.
¿Por qué?
Es la gran pregunta incontestable que nunca morirá en el universo.
Daba igual.
Acababa de decidir que tenía que encontrarla.
Regalo prestado de pstrange
Gracias a Pstrangetown, por este supermegagenial dibujo!!
Rótalo como quieras. La mulata se ve igual de preciosa.
Ese nosequé me encanta.
Y el pelo... *_*
y durmiendo tras los cuadros encuentras...
imágenes perdidas,
la fotógrafa
Suscribirse a:
Entradas (Atom)